Cuando le comenté a mis amigos que iríamos a San Francisco, todos
me dijeron que las tiendas en esa parte del mundo son de lo mejor, me hablaron de sus calles empinadas y sus medios de
trasporte. No pude evitar bostezar porque no me gusta ir de compras, odio el
bullicio y nunca encuentro mi talla disponible.
En lugar de eso, encontramos algo que disfruté mucho más y
agradezco tener a un compañero de aventuras tan amante de la naturaleza como
yo, así que mi esposo y yo nos lanzamos en busca de parques, reservas
ecológicas y sobre todo, ¡del mar!.
California es surf, arena y sol, vimos todo eso, pero además
encontramos mucha vida.
De San Francisco disfrute las calles empinadas y a los surfistas
cruzando la calle como si los autos no existieran, pero enfilar al sur del estado es la mejor
experiencia, con montañas por un lado y el mar siempre en movimiento al otro.
El camino, siempre sinuoso hace que el viaje se disfrute aún más, pues con cada
curva se encuentra más que mirar.
Nuestro destino final fue la Ciudad de Monterey, en el condado de
Monterey que se encuentra en la orilla sur del Estado de California, donde se puede disfrutar de montañas, y de su bahía que se moja del Océano Pacífico.
La zona tiene una gran tradición Latina, pues fue fundada en 1777
tanto por España como por México, de ahí en nombre de la ciudad y su innegable
tradición.
Para donde se mire es fácil encontrar formas de vida, no hay
espacio que no se llene de esa inmensa serenidad natural que hace admirar a
todo lo que el mar toca, con un clima templado y una atmósfera muy de
California.
Estando en movimiento puede uno fácilmente ver la pasión con que
el Estado de California ha defendido la vida en todas sus formas, desde el
cuidado de los bosques, la vida marina y a las personas.
Algo que nos llamó la atención es que no es fácil encontrar comida
rápida, pero sin mucho esfuerzo se puede disfrutar de comidas exquisitas,
preparadas con el gusto y los olores de las frutas y las verduras que crecen felizmente
en los alrededores. Sin duda el paladar se deleita de ello y los restaurantes
se sienten orgullosos de poder atender a cualquier comensal.
Hablando de vida, es sencillo encontrar venados, mariposas,
colibríes, y flores, ¡muchas flores!, para un fotógrafo como yo, es el paraíso.
Pero si la idea es tener fotos de movimiento, nada como ir a la
playa y ver a los surfistas, ¡si que se mueven!, es fascinante verlos
deslizarse por las olas, abriendo camino y sintiendo la brisa del mar.
Usualmente están en grupos y pueden disfrutar del vaivén de las olas por muchas
horas, sin importar el día de la semana.
Las playas son de arena, las olas son perfectas para el surf, y en ese entorno, la vida abre su paso. La
vida marina se deja apreciar y por ejemplo,
durante los meses de diciembre a marzo, las ballenas hacen su arribo en
su camino al sur, que se hacen acompañar de delfines, orcas, nutrias, focas y
leones marinos.
Por cielo, las aves brindan a los observadores la oportunidad de
encontrar toda clase de especies que sin pena alguna se dejan ver y tomar
fotos, sin duda las cámaras no tendrán descanso estando ahí.
Aunque el recorrido es largo, nada como el placer de emprender el
regreso de Monterey a San Francisco, que da una despedida cálida al visitante,
y brinda algunas sorpresas a quienes se despiden de esta encantadora parte del
mundo.
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